La madera es un material natural y anisotrópico: esto último quiere decir que experimenta de diferente forma los esfuerzos a los que la sometemos en función de la dirección en que se aplican (no es lo mismo y no queda igual una tabla lijada a favor de veta que a contra veta).
En el interior de un tronco de árbol cabe destacar dos partes muy diferentes:
La albura es la parte más exterior del tronco, una vez descortezado, y se caracteriza por ser de un tono más claro y sobre todo por ser mucho más blanda y porosa que la otra parte.
El duramen es mucho más compacto y duro. Con ello intento explicar que es preferible elegir maderas del interior del árbol, más oscuras pues ello representará una mayor duración. Así mismo cabe destacar que contienen sustancias naturales que protegen a nuestra madera de los hongos e infestaciones de parásitos.
Cada árbol incluso en un mismo bosque es diferente de los demás. Las condiciones de crecimiento, genética y posición hacen que cada madera sea única.
Es por eso que todas las tablas son diferentes entre si, con diversas tonalidades y dibujos.
Por ello se suele clasificar la madera por colores en su fabricación.
Por consiguiente las maderas de tonos más igualados suelen por ello ser más caras pues precisan un mayor trabajo de selección.
En el caso particular de colocaciones exteriores es recomendable elegir especies como la teka, iroko… especies tropicales adaptadas a ambientes húmedos y naturalmente resistentes a los organismos dañinos.
Una madera igualada será más fácil de dejar plana, mientras que una de escasa selección precisa de un acuchillado mucho más profesional y concienzudo.